Marie Grafin, condesa de Munster, fue la hija del diplomático George zu Munster, embajador del reino de Hannover en San Petersburgo entre 1857 y 1865, y años más tarde embajador del reino Alemán en Londres e Inglaterra.
Maríe vivió siempre al lado de su padre y lo acompañó durante toda su carrera política. Mujer por lo tanto de culta refinada y muy acostumbrada a las relaciones sociales. Henry Buon Hente así la representa en este oleo pintado en 1890. Marie lleva un vestido negro brocado de tarde-noche, abrazando a su mascota Dandy, quedando de este modo reflejado el lado cálido y tierno de la condesa.
Es un vestido muy de la época de finales del siglo XIX. El cuerpo ceñido lleva escote en V, adornado por un grupo de insectos dorados que cruzan en diagonal el pecho. El escote queda realzado por unas bandas delgadas de tela transparente que pueden ser de tul o de gasa negra, las cuales dan un toque muy glamuroso al vestido. Las mangas casquillo reposan sobre la parte alta de sus largos brazos desnudos, y el cinturón con el broche dorado posiblemente a juego con los peinecillos de la cabeza hace resaltar la figura esbelta y delgada de Marie. En su escote luce una pequeña colección de brochecitos en forma de insectos.
Como mujer joven que era no lleva demasiadas joyas y sus cabellos rizados los recoge en un moño alto, al cual rodea con una cinta negra adornada con unos sencillos detalles dorados.
Es una bella imagen de una gran dama de finales del siglo XIX, que ocupa nuestro espacio Vintage en este mes de julio.
Hay una gran variedad de telas ideales para realizar trajes de novia, pero a nosotras hay una que nos gusta especialmente para trajes a los que se quiera dar un aire antiguo, quizás diría hasta un poco decadente, la muselina.
La muselina es un tejido extremadamente fino, vaporoso y con una trasparencia que le da un aire realmente romántico a cualquier traje en el que se utilice. Su caída es especialmente delicada y fresca, y por eso se ha utilizado a lo largo de la historia para trajes con un toque muy femenino.
Dice la Wikipedia que la muselina comenzó a usarse en confección en el año 1200 en Mosul (Irak), y que de allí pasó a la India. Pero a mí la época que más me gusta es esa que abarca el principio el s.XIX en Europa, cuando comienza a hacer furor en la época de la reina Victoria. Esa época en la que las mujeres ya empezaron a ganar algo de libertad en el vestir, y este tejido las proporcionaba la comodidad y la frescura necesarias para las calurosas tardes de verano.
Es un tejido precioso que admite una gran cantidad de bordados que le dan un toque elegante y sofisticado, sin caer en la suntuosidad excesiva.
Por eso hoy os dejamos algunos ejemplos de muselina empleada en preciosos detalles en el vestir, que igual os dan alguna idea para vuestro futuro traje de novia.
Ya os había hablado cuando os conté la historia del traje de Ada M. Davis cómo las modas estaban cambiando y evolucionando a finales del S.XIX, y cómo la mujer estaba empezando a liberarse de algunas de las ataduras que la vestimenta las tenía impuesta. Eran unos cambios muy sutiles que no se harían más patentes hasta que no entrara más de lleno el S.XX, pero que se empezaron a vislumbrar en esa década.
Virginia Palmer Reynolds (1855-1922), la protagonista de nuestro mes de abril, tuvo, igual que Ada María, que tomar la decisión de si luciría un talle que la hiciera una figura más esbelta o por el contrario se decantaría por un diseño más anticuado y recatado.
Corría el año 1874 cuando Virginia decidió contraer matrimonio con William Griffith. Los estilos de moda estaban en una fase de transición, pasando de modelos de talles altos a la silueta más delgada de los últimos años de la década.
Al final Virginia se decantaría por un diseño bien diferente al de Ada María.
Ambas novias optaron por un escote en forma de “V”, algo que quizás se consideraba poco recatado para una ceremonia religiosa pero apropiado para una boda en casa. A diferencia del corpiño de Davis, que era bastante corto en los lados, la elección de Reynolds estaba cortado para cubrir la parte superior de la cadera, con formas de V extendiendo en la parte central delantera y trasera. El vestido, mucho más recargado, contrasta con la sobriedad del modelo elegido por Ada María que tiene un diseño mucho más moderno para la época. Destaca cómo han unificado el final del escote, el final de la manga y el cruzado que hace la parte delantera. El fruncido vertical de la manga tres cuartos recuerda a la zona del polisón.
Como la mayoría de los vestidos de boda de la época, el vestido de Reynolds estaba adornado con flores de azahar en cera – un símbolo de la fertilidad desde los tiempos antiguos – tanto en el corpiño como en la falda. El color beige rosa empolvado del vestido de Reynolds es de lo más elegante. A pesar de que los vestidos de novia de colores no eran inusuales en el siglo XIX, estos eran a menudo vestidos modestos destinados para viajar después de la ceremonia, o usados por las novias con medios limitados.
Este no fue el caso de Reynolds. Su padre, Edmund Reynolds, era un médico que se había trasladado a Cincinnati desde Nueva York. El vestido no puede ser confundido con otra cosa que no sea un vestido de novia formal, y el hecho de que las flores de azahar originales permanezcan intactos, indica que probablemente nunca fue usado de nuevo. El tono de color rosa, sin embargo, no era un color poco común en los vestidos de la época.
Virginia y William Griffith compraron una casa en la Avenida Ashland en el este de Walnut Hills, un barrio de moda justo al norte del centro de Cincinnati donde vivieron durante toda su vida matrimonial .
William Griffith trabajó con su padre y dos hermanos en el negocio familiar, James T. Griffith & Sons, una de las más antiguas y grandes constructoras de la ciudad que empleaba a cientos de trabajadores. La empresa construyó algunos de los edificios más importantes de la ciudad, incluyendo Music Hall, el bloque de John Shillito, los edificios Alms & Doepke, la Ohio National Guard Armory y muchas residencias suburbanas .
William Griffith se convirtió en el presidente de la compañía en 1911. La pareja tuvo dos hijos.
Bibliografía:
Wedding Perfection- Two Centuries of wedding Gowns- Cynthia Amnèus.
La mantilla española, una prenda de encaje de uso tradicional desde hace muchísimos años, va a ser la protagonista de esta semana en nuestro perfil. Esta semana nuestras redes se van a llenar de cuadros, ilustraciones y fotografías con damas luciendo mantillas. Estamos en Semana Santa y hemos pensado que es el momento más indicado para rendir nuestro personal homenaje a esta prenda tan femenina, favorecedora y tradicional en nuestra tierra.
Historia de la mantilla española
Parece que sus orígenes se remontan a la cultura íbera, en la que las mujeres usaban velos y mantos para adornar y cubrir su cabeza. Hay otras teorías que afirman que su origen está en el velo musulmán, heredado en Al-Ándalus y luego por las mujeres mozárabes. Sea como fuere la costumbre se implantó entre las mujeres españolas, y su uso se fue adaptando poco a poco hasta convertirse en una moda.
A finales del siglo XVI el uso del manto, denominado ya por aquella época mantilla de aletas, se generalizó en España y comenzó a incluirse en numerosos trajes populares. Cada región mantuvo un estilo propio a la hora de colocarla, y también condicionado en gran medida a la climatología de la zona de uso. No sería igual de gruesa y abrigada una mantilla para uso de mujeres en zonas frías de la península, que la de una mujer de la zona sur donde la climatología es mucho más cálida y por tanto las mantillas más ligeras y frescas.
En el siglo XVII ya era habitual utilizar la mantilla de encaje como prenda distinguida, además de las de paño y mantones de seda.
Sin embargo, no sería hasta bien entrado el S.XVIII cuando comenzamos a ver las mantillas en los grandes salones, lucidas por las más influyentes damas de la corte. Ellas fueron las que refinaron los materiales y comenzaron a sustituir los paños más pesados por piezas totalmente de encaje y seda.
Fue la reina Isabel II, ya en el S.XIX, una gran aficionada a los encajes, la que impulsó en gran manera el uso de la mantilla. Tanto ella como sus damas la lucieron en numerosos actos, como se manifiesta en varios retratos de la reina plasmada por sus pintores de Corte con esta singular prenda.
A finales del S.XIX su uso comenzó a abandonarse un poco, pero en Sevilla y otras ciudades de Andalucía continuó gozando de gran devoción. Algo que también ocurrió en Madrid, donde el empleo de la mantilla estaba tan arraigado a las costumbres, que las damas de la nobleza madrileña la convirtieron en símbolo de su descontento durante el reinado de Amadeo de Saboya y su esposa María Victoria. El rechazo hacia ellos y a las costumbres foráneas fue protagonizado por las mujeres, que se manifestaron por las calles madrileñas llevando en lugar de sombreros la clásica mantilla y peineta española. Un hecho que pasó a la historia como «la conspiración de las mantillas».
Durante el S.XX aún se veían pequeños velos en las iglesias, que las mujeres utilizaban para cubrir su cabeza en misa o si estaban de luto. Eran pequeñas toquillas o mantillas de media luna.
Poco a poco y con el paso de los años su uso se ha ido perdiendo, y a finales del S.XX ha quedando relegado muy especialmente a la festividad de la Semana Santa, la Feria de Abril, los toros y en algunas bodas.
En Semana Santa aun es tradición en algunas zonas que las damas se vistieran de negro, luciendo sus mejores galas y en la cabeza peineta de carey o pasta sobre la cual se colocan la mantilla negra de encaje, que se luce para acompañar a las procesiones y visitar las iglesias, especialmente el Jueves y Viernes Santo.
La famosa Feria de Abril de Sevilla, así como la Fiesta Nacional de los toros, sigue siendo una ocasión en la que las mujeres españolas, y en algunos casos extranjeras, usan esta prenda. Aunque por tratarse de una festividad popular puede usarse de color blanco y adornada con flores o lazos de colores.
Diferencia entre mantilla de blonda y chantilly
Hay varios tipos de tejidos con los que se elaboran las mantillas. Los más habituales son la blonda, el chantilly y el tul.
La blonda es un tipo de encaje de seda mate, caracterizado por la utilización de grandes motivos (florales generalmente) hechos con seda más brillante. Tiene ondulaciones en sus bordes, generalmente llamadas «puntas de castañuelas». El encaje de blonda se elabora con dos tipos de seda (retorcida y mate para hacer el tul del fondo y brillante y lasa para los dibujos).
El chantilly es un tejido originario de Francia que estuvo muy de moda entre las aristócratas europeas durante los siglos XVIII y XIX. Es ligero y elegante. Está elaborado con hilos de seda y técnica de bolillos, con diseños de carácter vegetal y presentando abundancia de hojas, flores, y guirnaldas. El chantilly es un encaje más etéreo y ligero que la blonda, considerándose más elegante para la mantilla negra y menos frecuente, ya que es mucho más caro de realizar que la blonda.
Luego está el tul, el más corriente de todos: tejido delgado y transparente de seda, hilo o algodón que suele emplearse para imitar las mantillas de blonda y chantilly.
A partir de 1860 se empleó el chantilly mecánico. Este tipo de encaje se elabora con un fondo de tul hexagonal y con hilos de diferente grosor; uno que conforma la base y otro para el contorno del dibujo, utilizándose no solamente para mantillas. También fue frecuente verlo en chales, guantes y sombrillas.
Mantilla goyesca
Mención aparte merece la mantilla goyesca o madroñera, llamada así por estar realizada con unas bolitas de terciopelo que recuerdan a los frutos del madroño. Su uso era menos común y es una pieza más complicada de colocar, aunque queda igualmente elegante y favorecedora.
Gracias especialmente a Beatríz Bourgueois que me sirvió de modelo para la foto que presenta esta entrada.
BIBLIOGRAFÍA: González Mena, María Ángeles, «La mantilla española», Tejido artístico en Castilla y León desde el siglo XVI al XX, Burgos, 1997, Junta de Castilla y León.
“Abanicos, un asunto de excelencia” es la exposición que hoy tratamos de acercaros con el objetivo de que podáis vivirla casi como si estuvieseis de cuerpo presente en el Musée de la Nacre et de la Tabletterie esde Méru, en Francia.
Originario de Oriente – aunque con un claro antecedente ya en los flabelos del Antiguo Egipto –, el abanico siempre ha sido objeto de fina artesanía, por encima de su clara utilidad como forma sencilla de protegerse del calor o del sol.
En un principio, el uso del abanico no era exclusivo de las mujeres, sino que también era habitual verlo entre el género masculino. Sin embargo, los hombres solían llevar uno mucho más pequeño que guardaban en su bolsillo. Con el tiempo, su uso se hizo prácticamente exclusivo de las damas, llegando incluso a crear un lenguaje de signos con este complemento.
Aun cuando su uso se generalizó a nivel mundial, sólo cuatro países hicieron de él todo un arte únicamente desarrollado por artesanos: China, Japón, España y Francia. Y en este caso, la exposición de febrero se centra en los maestros creadores del eventail (palabra francesa para “abanico”) dedicados a este arte desde finales del siglo XVII. Aun cuando no han conseguido la fama de sus compañeros artesanos joyeros, de sus manos han salido auténticas obras de arte por las que es conocida esta pequeña región de Francia, Méru, para cuya elaboración han utilizado materiales procedentes de Africa, India y las islas del Pacífico.
Casi un centenar de abanicos que durante los últimos cuatro siglos han puesto de manifiesto la creatividad y experiencia de sus creadores, entre ellos George Bastard o Alfred Jorel.
George Bastard (1881-1939)
George Bastard se especializó en el arte de expresar sentimientos a través de la madera, las perlas, el marfil, caparazones de tortugas o piedras de cristal, así con los cristales de cuarzo, ágate y el coral, materiales que utilizaba para continuar el legado artesanal de su familia: la creación y labrado de mesas.
De familia dedicada al arte de la decoración y de padre escultor, no fue realmente difícil para él continuar la trayectoria familiar, aprendiendo el cómo trabajar las madreperlas y perfeccionando el uso de nuevos materiales y convirtiendo este arte en pura escultura.
De forma natural, el delicado trabajo con estas piedras le llevó a otro tipo de artesanía, la joyería, con especial mención a sus abanicos de cuernos y perlas irisadas que evocaban la naturaleza bajo el agua.
La exposición, L’éventail, martieres d’excellence, permanecerá abierta hasta el 17 de abril en el Museo de la Nacre y de la Tabletterie en Méru (51, rue Roger Salengro).
Encontraréis más información en la web del museo: musee-nacre.com
Era muy corriente a finales del S.XIX que las mujeres se dedicaran a la enseñanza. Normalmente debían abandonar ese trabajo al contraer matrimonio para hacerse cargo de su nueva casa y de su esposo. En el caso de Ada María trabajaba para mantenerse, ya que carente de padres necesitaba una ayuda económica para salir adelante.
Ada Maria Davis era huérfana de padre y madre y vivía como huésped en casa de George y Mary Hudson en Rutland, Massachussets, este hecho seguramente se debía a que en aquella época no estaba muy bien visto que una mujer trabajara y viviera sola. Seguramente Ada decidió vivir con el citado matrimonio para no levantar habladurías entre sus conocidos.
En 1874, Ada se había trasladado a Worcester, Massachusetts, donde era profesora en la Escuela Adams Square, y allí muy probablemente habría conocido a su futuro esposo, Timothy Sibley Heald. Timothy vivía en Hubbardston, donde su padre regentaba un aserradero de madera.
Ada Maria debía ser una mujer extremadamente organizada y previsora, comenzó a llevar la cuenta de gastos de su boda seis semanas antes de la fecha prevista, y aún se conserva el cuaderno en el que con todo detalle fue apuntándolo todos los gastos. La suma total asciende a $667.16 en los artículos relacionados específicamente con la boda. Parece ser que ese dinero provenía de los ingresos por la venta de la madera vendida un tiempo atrás, que probablemente Ada habría heredado a la muerte de su padre, por lo que podemos pensar que quizás fueron las gestiones para la venta de esa madera lo que hizo que ella y Timothy se conocieran y comenzaran su noviazgo.
Davis mantenía el diario con todos los detalles. Era meticulosa en la registro de todos los gastos de su boda y su ajuar. En él vemos anotado todo lo referente a gastos, adquiriendo tela, encajes y otros suministros de costura, guantes de seda, medias, azahar y una falda de aro, entre otras cosas. Ella era consciente de cada centavo que gastaba.
El vestido de novia se realizó con dieciocho yardas de satén blanco, que Davis compró a Miss. Aldrich por $45.
El corpiño se ajustaba un poco hacía abajo, siendo más largo que los que hemos visto hasta ahora. Algo que se puso de moda más o menos por esas fechas. El largo de Ada estaba un poco a caballo entre lo que empezaba a estar de moda y lo que ya no gustaba tanto, lo cual nos habla de su deseo de estar a la moda pero sin ser demasiado rompedora en sus gustos. Su falda también era algo menos abullonada que las que hemos visto hasta el momento. Al final, con todos estos cambios, la figura de la mujer comienza a ser más estilizada.
Ada Davis y T. Sibley Heald se casaron por la tarde en el moderno «Bay State House», un moderno hotel para la época construido en 1856 y situado en el corazón del distrito financiero de Worcester. De acuerdo con el diario de Davis, la pareja invitó a 239 personas, en su mayoría amigos y familiares de Worcester y sus alrededores, aunque algunos llegaron desde lugares tan lejanos como Chicago y Cincinnati.
Fue todo un evento muy moderno, y un centenar de invitados disfrutaron de la obra hecha por la repostera local Hannah Hemenway, que era especialista en pasteles de boda.
Espero que os guste nuestra novia Vintage de febrero. A mí me ha resultado muy curiosa su historia.
Os dejo un par de fotos del hotel donde se celebró el banquete y del diario de Ada, que me han parecido muy curiosas.
Bibliografía:
Wedding Perfection- Two Centuries of wedding Gowns- Cynthia Amnèus.
En el retrato que os dejo podemos ver a una joven y lozana María pintada por el afamado artista de la época Sir Thomas Lawrence, que llegó a presidir la Royal Academy de Londres. La baronesa aparece ataviada con un vistoso vestido de seda amarilla, llevando en su brazo izquierdo dos sencillas pulseras, seguramente de oro.
Una gran dama de la sociedad británica que hoy os dejo en mi Vintage Blog.
María Palmer, segunda esposa de Murrough O’Brien 10º barón de Inchiquin, 5º conde de Inchiquin y 1er. marqués de Thomond, soldado y político irlandés.
La pareja contraería matrimonio el 25 de julio de 1792. María era la hija mayor de John Palmer, de Palmer House, y de Mary Reynolds una hermana del famoso pintor inglés 19
Por tanto María era sobrina carnal del afamado pintor y principal heredera de su tío. Ella fue una mujer con un gran capital para la época, lo que le permitió de pagar en más de una ocasión las deudas de su marido.
Murrough tenía fama de jugador y bebedor, pero también se uniría a la Guardia de Granaderos y sería oficial en Alemania, donde ganó grandes honores en la batalla de Lauffeld en 1747. Se retiró en 1756 y entró en la Cámara de los Comunes irlandesa. Ocupó un puesto en el parlamento para Harristown hasta 1768.
A causa de su apoyo a la Ley de Unión de Gran Bretaña e Irlanda, el 29 de diciembre 1800 fue nombrado marqués de Thomond en Irlanda y barón Thomond de Taplow en el Reino Unido el 2 de octubre 1801, Este último título le permitió sentarse en la Cámara de los Lores del Reino Unido. Tuvo una estrecha relación con el rey Jorge III.
Parece que, como era costumbre en la época, tuvo un hijo ilegítimo, Thomas Carter. Fue compositor en Londres durante la década de 1790 y vivió con su padre en Taplow Court durante una temporada, prestándole dinero, igual que haría su esposa, para pagar sus múltiples deudas.
En plena adolescencia asistió a la coronación de sus padres, siendo esta la primera vez que se le requirió llevar ropas de Estado. Ese día, sobre un vestido blanco, llevaba terciopelo púrpura ribeteado con armiño con una larga cola, y alrededor de su cuello llevaba tres hileras de magníficas perlas. Su corona descansaba sobre sus abundantes rizos dorados, hecho por lo que su familia le apodó «Goldilocks» (Rubiales).
La princesa Maria de York, condesa de Harewood, contraería matrimonio en 1922 con lord Henry Charles George Lascelles, vizconde Lascelles, recibiendo ese día, entre otros muchos regalos, los diamantes Clanricarde que llevaban guardados en la cámara acorazada de un banco cerca de un siglo.
Los regalos de boda incluyeron muchas joyas, no en vano era hermana e hija de reyes.
Entre las piezas más curiosas y valiosas que recibiría durante esos días destacan:
Un precioso broche de diamantes y un zafiro, con un zorro grabado en el cristal central. La princesa cazaba a menudo y una de las agrupaciones con las que solía hacerlo decidió hacerla tan original regalo.
Los ciudadanos de Londres la obsequiaron con un colgante de diamantes, que llevaba un diamante en forma de pera dentro de un cerco de diamantes más pequeños, colgado de una cadena de 86 cms. con pequeños brillantes de decoración.
La ciudad de Edimburgo le envió una réplica de uno de los broches de la reina Mary, junto con una bandeja de plata. Y sus fieles Girl Guides le enviaron un «Tenderfoot badge» realizado con rubíes y diamantes, que se podía llevar como un broche.
Estos fueron solamente algunas de las piezas que recibiría a lo largo de su vida. La princesa, que fallecería en el año 1965, ya había realizado una subasta bastante importante de parte de sus joyas cinco años antes de su muerte. Pero en total serían tres subastas y 174 lotes el total de piezas que saldrían a la venta.
En la primera subasta se vendieron dos lotes en su nombre. Un lote con un maravilloso par de broches de diamantes en forma de pluma, de finales del siglo XVIII, y otro con un reloj-colgante de diamantes. Sin embargo, en la misma venta, en nombre de su hijo el conde de Harewood, se incluían algunas de las piezas más importantes.
Probablemente la pieza más interesante e históricamente importante de esta subasta sería el magnífico «devant de corsage» de diamantes, con un diseño en forma de lazos y volutas que se podían desmontar y usarse como broches independientes. Esta pieza fue prestada por la Princesa Real para una exhibición de arte ruso, que tuvo lugar en Londres en 1935, siendo catalogada como anterior propiedad del gran duque Mikhail Mikhailovich (1861-1929). Durante los inicios del siglo XX, muchos emigrantes rusos dispersaron sus colecciones de joyas, y la reina Mary fue gran compradora de algunas de ellas. Es probable que comprara este «devant de coursage» y se lo diera a su hija.
En la misma venta había una importante rivière de diamantes y un magnífico collar de esmeraldas y diamantes, con el frontal con cinco racimos de diamantes y esmeraldas conectados mediante una hilera doble de diamantes. Los racimos de este collar fueron originalmente parte de un colgante.
En la segunda subasta que se realizaría un año después de su muerte había otra parte importante de su colección. La mayoría de estas joyas eran pequeñas joyas de carácter sentimental, que reflejaban su amor por el campo y la caza. Broches y pasadores de flores, mariquitas o golondrinas, ardillas, búhos y zorros formaban parte en su curiosa colección de animales.
Hacia el final de la venta llegaron las joyas más importantes. Un broche de zafiros y diamantes de principios del siglo XX, con el centro triangular con un gran diamante ovalado dentro de una hilera de diamantes. Un precioso broche/colgante de esmeraldas montados con brillantes, con una gran esmeralda en forma de pera y una gota de diamante. Esta pieza era de hecho la pieza central de la tiara que había recibido como regalo de boda. Una importante rivière de 38 diamantes, una bonita tiara de diamantes, muy similar a la tiara del rey Jorge III, de la Colección Real.
La tercera gran venta fue en octubre de 1970, en ella se pudieron ver joyas muy personales. Una bonita estrella de diamantes de dama de la Gran Cruz del Imperio Británico y dos broches de regimientos, uno de los Royal Scots y el otro del Royal Corps of Signals.
Del período art decó, y también del período de su matrimonio, había varios broches de diamantes, uno de Cartier, así como pulseras de rubíes, zafiros y diamantes.
Había también magníficas joyas antiguas, en especial un collar de diamantes compuesto por cinco racimos de diamantes y estrellas de diamantes rosas, alternándose con motivos de rombos y medias lunas. Este fue el mismo collar que su madre la reina Mary llevó a su baile de puesta de largo, junto con las obligatorias Plumas del Príncipe de Gales, una joya de un gran valor sentimental tanto para su madre la reina como para ella.
También había un maravilloso broche de diamantes y perlas que llevó en su boda, y la atractiva borla de diamantes y perlas que probablemente recibió como regalo de su tía, la princesa Victoria. Uno de sus regalos de boda, el colgante y collar de diamantes que recibió de la ciudad de Londres, también estaba en la venta.
Una de las joyas más bonitas que se ofertaron había pertenecido a la reina Victoria. Estaba diseñada como una hilera escalonada de diamantes y zafiros, y originalmente sujetaba un colgante de zafiro. La princesa real había prestado esta joya para una exposición de joyería antigua y contemporánea acaecida en Londres en 1953.
También se subastaron diversas tiaras, algunas datadas en los años 20, con diseños muy atrevidos e innovadores para la época. La más importante probablemente fue una diadema con un suntuoso diseño de motivos en volutas, palmetas y racimos creada a finales del siglo XIX. Los tres racimos más grandes se podían quitar, y ella a veces sustituía el racimo central por el gran broche de zafiros y diamantes.
Las joyas que se vendieron de la colección de la princesa real son históricamente importantes por derecho propio y se ajustan a su estatus real: varias de las joyas han sido llevadas por al menos dos reinas de Inglaterra. Sin embargo, algunas de las joyas menos importantes ofrecen un maravilloso conocimiento de la vida y amores de una muy secreta, pero muy admirada princesa.
Biografía:
“Hollywood Jewels” by Penny Proddow, Debra Healy and Marion Fasel
Me quedé prendada de su vestido verde, de los preciosos lazos que lo decoran y de la soberbia puntilla de encaje de Bruselas increíblemente bien pintada, pero sobre todo y ante todo me enamoró del impresionante collar de coral piel de ángel y perlas.
Nada más ver este retrato recordé una de las piezas de nuestra colección victoriana, e inmediatamente decidí que tan ilustre dama quedaría incluida en nuestra sección de “Grandes Damas de la Antigüedad” en el mes de noviembre.
Pintor de la Dama del collar de coral
Aunque me quedará siempre la duda de conocer algo más sobre ella, sí he conseguido averiguar que el maestro que la pintó no fue otro que François-Hubert Drouais, pintor francés del S.XIX que se caracterizó por sus retratos en la corte de Luis XV.
Drouais nació en París y era hijo del también pintor Hubert Drouais, famoso por sus retratos en miniatura. Drouais fue entrenado por su padre y por otros pintores de renombre. Pronto se convirtió en miembro de la Academia y expuso su obra con regularidad.
No solamente retrató a la mayoría de las principales figuras de su época, entre ellos el rey, sus dos amantes más famosas: Madame de Pompadour y Madame du Barry y sus dos hijos, los futuros Luis XVI y Luis XVII. Drouais fue asiduo en los salones de baile y retrató a importantes artistas y destacados miembros de las clases profesionales.
Drouais se hizo así mismo popular por sus retratos de aristócratas vestidos con traje rústico, una moda muy en boga en esos años, y por sus representaciones de niños, a menudo en entornos paisajísticos. Esto, junto con su técnica depurada, su pincelada fluida y los vivos colores de su obra, son sus sellos de identidad.
François-Hubert Drouais ha tenido varias exposiciones en galerías y museos, incluyendo el Museo de Arte de Portland, Oregón, y su obra puede disfrutarse en los mejores museos de pintura del mundo.
Algunas de sus obras se han rematado en subastas por más de $150.000.
Pero yo hoy me quedo con su “Dama con collar de coral”, y os invito a disfrutar de tan magnifica joya y os invito a pasar por nuestra tienda online a disfrutar de nuestra colección de camafeos y coral.
Vamos a dedicarles uno de nuestras secciones a las grandes damas de la antigüedad. Mujeres que por su estilo, su personalidad, su carácter y su valentía llegaron a marcar tendencia en algún momento en el mundo de la moda.
A todas ellas vamos a buscarlas un pieza muy especial, una pieza que estamos convencidas de que ellas mismas habrían elegido para lucir en algún momento de sus interesantes vidas.
Nuestra primera invitada es Norah Lindsay. Nora fue una proyectista de jardines de la alta sociedad inglesa entre las dos guerras mundiales, convirtiéndose en una importante diseñadora de jardines, tanto en el Reino Unido como en toda Europa
Nacida en la India, en el seno de una familia militar anglo irlandesa de clase alta, a los 22 años se casaba con Sir Harry Lindsay.
La pareja recibiría como regalo de bodas una preciosa residencia en Sutton, Courtenay Manor, en el condado de Oxfordshire, un pintoresto e idílico lugar cargado de precisas casitas, graneros y establos que le servirían a Norah para desarrollar sus aptitudes como jardinera y paisajista.
Influenciada por otra gran dama de la jardinería inglesa, Gertrude Jekyll, en 1924, después de su fracaso matrimonial y enfrentándose a una ruina financiera, Norah se embarcó en una fructífera carrera como diseñadora de jardines.
Pasó toda su vida relacionada con los niveles más altos de la sociedad, encontrándose en su lista de clientes lo más florido de la nobleza británica. Sus diseños pueden verse aun en algunas de las casas de campo más emblemáticas de toda Inglaterra.
En la imagen que os adjunto, un sencillo retrato del pintor y escultor ingles George Frederic Watts, Nora aparece con un vaporoso vestido de gasa y encaje, adornado por una preciosa lazada en tono turquesa. Como único complemento un precioso broche en la parte izquierda de su cuadrado escote.
Nosotras hemos elegido un precioso broche de inspiración victoriana, realizado con piedras semipreciosas, que nos ha parecido lo más indicado para este precioso vestido.
Regresamos de vacaciones y no podíamos haberlo hecho con una noticia más bonita que la publicada en el Vogue de septiembre de este precioso editorial.
De la mano de Belén Antolín, y tras la cámara de Miguel Reveriego, la sofisticada belleza de Gloria Vanderbilt nos lleva a pasearnos por una deliciosa campiña.
Gloria Vanderbilt luce una elegante silueta ceñida con volantes, encajes y puntillas, y sobre la que los complementos de Vintage By López-Linares lucen primorosamente.
Nuestras perlas, camafeos, pulseras, anillos y collares completan un look cargado de sofisticación y elegancia, que nos recuerda en cierta medida a las damas de la alta sociedad del S.XIX.
Todas estas joyas se encuentran a la venta en nuestra tienda online, y si lo que estás deseando es conseguir una mirada diferente esta selección de joyas te va a ayudar mucho a conseguirlo.
No dejes de pasarte a visitarnos. He preparado, especialmente para ti, una selección de las joyas de este editorial:
Angelina Russell contraía matrimonio solamente seis semanas después de haberlo hecho la reina Victoria de Inglaterra. Esta boda marcó un antes y un después en la estética de las novias de la época. He decidido dedicarle un post completo al traje de la reina, una joya en la que se siguen inspirando nuestros diseñadores y que es un verdadero icono de la moda nupcial. ¡Pero ahora vamos a centrarnos en el diseño del traje de Angelina!
Aunque la pieza es de un estilo bastante similar al de la soberana, Angelina supo darle ese toque tan personal que solo una novia meticulosa sabe dar al traje más importante de su vida. Tejido con una seda bastante ligera y con un estampado de damasco floral muy popular en estos años, el vestido de Angelina llevaba un precioso corpiño con un amplio escote, rematado con un volante de encaje bordada a mano.
Toda la parte alta del corpiño va ajustada al pecho con jaretas más bien anchas, y en la parte delantera del ceñido corpiño destaca la sencilla decoración, con cinco preciosos lazos realizados en la misma seda del traje. Este tipo de detalles siguen estando totalmente de moda, y seguimos viendo trajes de novia de plena actualidad con lazos decorando alguna parte destacada en su diseño.
Las mangas del traje de Angelina son plisadas en su conjunto, terminando a la altura del codo con otra tira de encaje fruncida en forma de gracioso volante. La falda de Angelina se une al corpiño por una cinturilla de apenas 55 cm de diámetro. Os invito a coger un metro y daros cuenta de lo que supone tener 55 cm de cintura. Me parece imposible que hubiera mujeres en edad casadera con el tamaño de cintura de una niña en edad de hacer la primera comunión.
Angelina Rusell se casaba con James J. Faran (1808-92) el 26 de marzo de 1840, viviendo en Cincinnati, la ciudad natal de su marido. Faran se convirtió en un exitoso abogado y editor. Durante 23 años sirvió como jefe de editores en un periódico líder local, The Cincinnati Enquirer. La pareja vivió en una moderna zona del centro de Cincinnati, en el 122 de East Third Street, donde criaron a cinco hijos y disfrutaron de más de 50 años de matrimonio.
BIBLIOGRAFIA
Wedding Perfection- Two Centuries of wedding Gowns- Cynthia Amnèus.
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